Las olas acarician mis pies descalzos. Voy dejando mis huellas por la orilla. Entonces levanto la mirada y lo veo, el faro rodeado de rocas, justo frente a mí. Salto de roca a roca, hasta que llego a una que está bastante alta, donde me siento. Ahí pienso. Pienso en todo, sonrio, lloro... mientras poco a poco el Sol se pone. Se hace tarde y tengo que volver a casa. Me incorporo y me pongo de pié en la roca, pero pierdo el equilibrio y caigo. Grito y entiendo que pueden ser mis últimos segundos de vida. Entiendo que mi cabeza está cayendo entre rocas y que me voy a hacer mucho daño.
Entonces noto dolor en la espalda, un dolor que me devuelve a la realidad. Me levanto y busco la salida entre tantas rocas. Al llegar al faro, me siento y miro mis heridas. Solo me he rascado una rodilla y la espalda. He caído desde un metro y medio o más de altura, contra otra roca y no me he echo nada. En ese momento, entiendo que mi ángel de la guarda, me ha salvado una vez mas. Gracias Ángela...
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