Ángela.

Voy andando hasta la playa. Al llegar, me siento en la orilla. Dejo que las olas acaricien mis pies. Y recuerdo. Recuerdo sus dulces labios. Su manera de decir mi nombre. Su mirada. Sus ganas de comerse el mundo. Sus estúpidas bromitas. La manera en la que me acariciaba. Como jugueteaba con mi largo pelo ondulado. Como me susurraba: Te quiero. 

- ¿Estas bien?- Una niña de unos 6 añitos está justo delante mio mirándome con curiosidad. Yo le sonrío y contesto.

- Si... no te preocupes. ¿Como te llamas, pequeña?

- Me llamo Ángela y tengo 6 años.- Me dice enseñándome 5 dedos de una mano y uno de otra.

- Ángela. Bonito nombre!

- Pues a mi no me gusta.- Dice poniendo cara de enfado. - ¿Tú como te llamas?

- Abril.- Le digo con una gran sonrisa.

- Ves! Ese es un nombre bonito! Ángela es feísimo. No me gusta.

- Pues a mi me parece muy muy muy bonito- le digo guiñándole un ojo. - Ángela viene de Ángel. ¿Sabes que es un ángel?

- Sí. Unas personitas que siempre visten de blanco.

- Sí. Pero te dejas lo más importante. Tienen alas y ayudan a la gente. Son como superheroes, pero visten de blanco y sus alas son preciosas.

- ¿Y como puedo convertirme en un ángel?

- Si te portas bien y ayudas a los demás... Cuando seas mayor te crecerán unas alas preciosas. Pero no tienes que permitir que nadie te diga que, lo que te propones, es imposible. Nadie tiene derecho a cortar ésas preciosas alas.

- Pues me portaré muy bien. Yo también quiero ser un ángel como tú. Tus alas son muy bonitas.

Ángela. Una niña increíble. Muy chiquitita, y a la vez enorme. Con esa inocencia y esa sonrisa contagiosa. Mi pequeño ángel de la guarda.